Cómo elegir el mejor banco para emprender

Claves para dar con el banco que mejor se adapte a las necesidades y prioridades del emprendedor

Cualquier actividad empresarial requiere de una entidad financiera a través de la cual gestionar los pagos y los cobros que se vayan a realizar. Encontrar el banco que mejor se ajuste a las necesidades del empresario y de la empresa puede ayudarnos a ahorrar mucho tiempo y también algo de dinero, con lo que es una tarea clave. Aunque cada persona es un mundo, con sus propias prioridades e ideas, existen algunos trucos para dar con nuestra media naranja bancaria, el mejor banco.

El banco, un compañero de viaje para el emprendedor

Elegir un banco para emprender es, en cierto sentido, como elegir a la que será nuestra primera pareja de baile. Y es que cuando se trata de empresas la entidad financiera es algo más que el lugar donde tenemos depositado el dinero. En realidad, estamos hablando de un compañero de viaje que debe ayudarnos en cuestiones de financiación y también de administración. No hay que olvidar que una pyme tiene que hacer diversas gestiones y trámites con las administraciones públicas y con Hacienda en las que el banco adecuado puede ser muy útil.

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No sólo la sucursal

Por su puesto, hay para quienes todos los bancos son más o menos lo mismo y priman a los empleados de la sucursal por encima de todo. Si bien es cierto que las personas que trabajan en el banco son importantes y que, de hecho, es imprescindible que exista una sintonía con ellas, también debemos fijarnos en otros aspectos, tales como las condiciones financieras, su enfoque o los servicios que ofrezca. De nuevo, repetimos que un banco es más que quien guarda las cuentas de las empresas.

Quince razones para elegir un banco

Por eso, vamos a analizar quince elementos que debemos tener en cuenta a la hora de elegir un banco para emprender:

  • Trabajar con más de un banco. No es recomendable limitarse a una sola entidad financiera. Como se dice popularmente, “no poner todos los huevos en la misma cesta”. Es cuestión de diversificar riesgos y aumentar las posibilidades de financiación. Esto no quiere decir que debamos abrir una cuenta en todas las entidades. Cada empresa tendrá un número de bancos con los que será recomendable tratar en función de su tamaño y de su actividad. Por lo menos deben ser dos, pero tan malo es que sean demasiadas como que sean pocas.
  • El banco no es tu amigo. Las sucursales de los bancos son sus oficinas de venta y debemos estar alerta en todo momento cuando entremos por sus puertas. Nunca hay que olvidar que el objetivo del banco es hacer dinero. No es cuestión de estar a la defensiva, sino de saber dónde se está y con quién se está tratando. La empresa tiene sus propios intereses y el banco, los suyos. Obviamente, unos y otros no siempre coincidirán.
  • El banco no es tu socio. Para un banco, cada receptor de crédito es un moroso en potencia. El banco presta dinero a la empresa porque es su negocio y porque así obtiene beneficio, pero no es un socio ni alguien que realmente apoye nuestra actividad.
  • El canal on line. La banca por Internet es uno de los grandes aliados de los emprendedores en su lucha por ganar tiempo. Los bancos con los que trabajemos deberán tener una plataforma on line fácil de manejar y que permita hacer el mayor número de trámites posible.
  • Oficina poco concurrida. Para los trámites que debamos llevar a cabo en la oficina, nada mejor que buscar una sucursal que no esté demasiado concurrida o una entidad especializada en la que sepamos que no se amontonan los clientes

  • Cercanía. De la misma manera, resulta recomendable que la sucursal se encuentre próxima a la sede de la propia empresa o, en su defecto, al del propio domicilio del emprendedor. La oficina debe ser de fácil acceso o que no presente problemas para aparcar en caso de que necesites desplazarte en coche. Si tienes que pagar cada vez que vas porque se trate de una zona reservada de estacionamiento, al final, no sólo supondrá gastar dinero, sino que, además, harás los trámites con prisas.
  • Conocer a algún empleado. Nunca está de más conocer previamente a algún empleado de la sucursal. Aunque existen unas condiciones generales en todas las entidades financieras, también hay margen siempre para modificarlas. En ese punto puede resultar muy práctico conocer a algún trabajador del banco.
  • Comisiones bancarias. Entramos ya en la parte puramente financiera de la entidad. Como es lógico, buscaremos las entidades que no nos carguen comisiones por nuestras operaciones más habituales y que, por supuesto, no cuenten con comisiones por mantenimiento y administración. Las siguientes son las comisiones más típicas y a las que mayor atención habrá que prestar:

. Administración o mantenimiento.

. Por movimientos.

. Por transferencias.

. Por emisión y mantenimiento de tarjetas.

. Por descubierto.

. Por emisión de recibos domiciliados.

. Por emisión de nóminas.

. Por ingreso de cheques o gestión de cobro.

. Por devolución de cheques o recibos.

. Por terminal de punto de venta (TPV).

  • Al calcular los costes conviene tener una visión general y de largo plazo. Puede caerse en el error de no considerar los gastos pequeños o las comisiones que, en apariencia, no suponen casi nada. El cómputo general, al menos anual, es lo que cuenta. Con esas cifras pueden verse las diferencias entre un banco y otro, y comparar con cuál se produce mayor ahorro.
  • Rentabilidad. Un buen manejo del dinero en caja puede reportar interesantes beneficios a la empresa. Debemos exigir al banco que sea capaz de ofrecernos algún tipo de rentabilidad por ese dinero que toda empresa debe tener en sus cuentas para hacer frente a los flujos de caja. De hecho, las mejores cuentas corrientes para empresas son capaces de ofrecer esa rentabilidad.
  • Líneas de crédito. Quizás lo más determinante. Un banco está ahí precisamente para facilitar a la empresa el acceso a financiación y si no cumple con esa función -hay que pedírselo, no esperar a que nos lo ofrezca, evidentemente- es que no es la entidad con la que deberíamos estar.
  • Especialización en pymes. Al igual que a nuestro teleoperador le pedimos que tenga una línea para empresas, debemos hacer lo mismo con nuestro banco. Un departamento o persona dedicada a pymes facilitará muchos trámites e incluso puede ayudarnos a aclarar alguna duda. Además, también servirá para ahorrar tiempo en las visitas a la oficina si podemos pasar a una ventanilla especial para llevar a cabo nuestros trámites.
Cuatro tipos de clientes difíciles y cómo manejarlos
  • Todo es negociable. Las odiadas comisiones, las condiciones de financiación, etc. Eso sí, si hay algo que saber hacer un banco, es precisamente negociar, así que hay que ‘andar con pies de plomo’. Si bien es cierto que los contratos suelen ser generales, siempre hay margen para la negociación. Además, lo pactado puede cambiar con el tiempo según las necesidades y evolución de la empresa. Así, por ejemplo, a mayor volumen de negocio, más se podrá negociar con el banco. De ahí la importancia, entre otros factores, de tener un segundo o tercer banco para poder comparar precios y apretar a unos con las ofertas de los otros.
  • Buscar el apoyo del grupo. Si como empresario perteneces a alguna asociación, siempre te convendrá consultar a otros miembros o a la dirección de la misma. De esa forma sabrás qué condiciones tienen en otras empresas. Lógicamente, la comunicación en este sentido será más sencilla con empresas que no sean de la competencia.
  • Y, sobre todo, pregunta y compara. En un mundo dominado por las comunicaciones y las redes sociales nada es tan fácil como buscar las opiniones de otros emprendedores. Un simple tweet preguntando con qué banco trabajan los emprendedores puede aclararnos muchas dudas.

La página del Banco de España ofrece cierta información que, en algunos casos, puede resultar práctica.

Si, con todo, ningún banco nos convence, siempre podremos recurrir a la banca FFF o Friends, Family and Fools, como recomienda José Antonio Bravo.

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