La pasión es una cualidad que se entiende deseable en cualquier emprendedor. Suele decirse incluso que sin pasión por lo que uno hace es complicado emprender. Sin embargo, un reciente artículo de Harvard Business Review me ha hecho afrontar la cuestión desde otro punto de vista totalmente diferente.
En él Oliver Segovia, MBA por Harvard y autor del libro Passion and Purpose: Stories from the Best and Brightest Young Business Leader plantea el debate sobre si nuestras pasiones y sueños deben dirigir nuestra carrera profesional y en último término nuestra capacidad emprendedora.
En el artículo expone el interesante la experiencia de una persona que decidió seguir su pasión, en ese momento lo que en Estados Unidos denominan artes liberales y que en su caso le llevó a dedicar siete años a obtener su doctorado y a escribir artículos. Todo marchaba bien y fue bonito hasta que llegó la crisis, que la dejó en la calle, como a tantos otros profesores e investigadores y que terminó forzándola a vivir de nuevo con sus padres, dejar de pagar sus préstamos universitarios (en Estados Unidos están a la orden del día) y a tener que esperar dos años para conseguir un pequeño trabajo como docente en un pequeño centro de investigación. Durante ese periodo de espera y como contraste a siete años en los que fue una de las personas más realizadas y felices, la angustia de la incertidumbre la volvió más reservada, con problemas incluso para relacionarse socialmente y con un alto sentimiento de traición.Lo que ahora habría que preguntarle es si mereció la pena.
Esta historia es sólo el reflejo de una generación que ha sido formada en la filosofía de perseguir sus sueños, desarrollar sus pasiones, cuando estas no tiene por qué ser la mejor solución desde el punto de vista laboral ni de emprendimiento. Evidentemente la pasión por el trabajo ayuda es un plus que nos ayudará a ser mejores en lo que hacemos y, sobre todo, a afrontar el día a día con más energías. Aquí la creencia popular de que las horas vuelan cuando haces algo que te gusta no pueden ser más ciertas.
Sin embargo, aún siendo importante, la pasión no es ni mucho menos imprescindible para el emprendedor y mucho menos para un profesional. De hecho, seguir nuestra pasión nos puede alejar de nuestras verdaderas fortalezas profesionales y laborales. A fin de cuentas cada persona tiene una serie de características que le hacen destacar y aportar valor en un área concreta, realizando una actividad determinada y estas no tienen por qué coincidir con sus pasiones, por más lógico que parezca. ¿Quien no tiene un amigo que es un verdadero forofo del fútbol pero un auténtico patán con el balón en los pies? Salvando las distancias, lo mismo puede ocurrir si nos obcecamos en seguir nuestras pasiones en lugar de seguir nuestras fortalezas. Puede que sea un una visión algo menos romántica del mundo laboral, pero no por ello errónea. Al final, si lo que cuenta desde el punto de vista empresarial es optimizar recursos y fortalezas de nuestros trabajadores, por qué no hacer lo mismo con nuestros talentos.
Y para terminar, la recomendación de Oliver Segovia: profesionalmente no hay que encontrar nuestra pasión, sino centrarse en encontrar problemas que resolver.
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