Una empresa puede llegar tan lejos como el mejor de sus productos. Nos guste o no, una empresa se identifica por los productos que vende o los servicios que ofrece. Es su leitmotiv, lo que le define y por lo tanto lo que debe centrar la mayor parte de la estrategia empresarial. Si antiguamente bastaba con tener un buen producto, ahora hace falta algo más para batir a una competencia cada vez más numerosa.
Si nos paramos a pensar en las grandes empresas de consumo a nivel mundial nos daremos cuenta que de forma casi instintiva asociamos su nombre a uno o varios productos concretos. Así por ejemplo, Microsoft es Windows y Office, Apple ya no son ordenadores, sino e iPod y ahora el iPhone, Nike pueden ser las Air Jordan, Starbucks será nuestro café favorito (bien sea este el frapucino o cualquier otro) y Coca-Cola, bueno, Coca-Cola será siempre Coca-Cola por más marcas que aglutine.
Al final, nuestros productos nos definen como empresa y siempre deben estar en el centro de nuestra estrategia junto con el cliente. De hecho, debemos hacer siempre los mejores productos como fórmula para contentar a nuestros clientes. Ocurre sin embargo que en el entorno actual puede no ser suficiente con un buen producto, por muy imprescindible que sea. El aumento de la competencia hace que, además de calidad, nuestro producto deba estar revestido de una serie de valores y elementos adicionales que consigan que sea recordado por encima del resto y asociado a unos valores determinados que son los que queremos transmitir. Dicho de otra forma. al mejor producto debemos imbuirlo con una adecuada dosis de marketing e imagen de marca.
Antiguamente podía bastar con ofrecer un producto o servicio de calidad pero hoy en día no. Al producto hay que acompañarlo de elementos de mercadotecnia antes incluso de su lanzamiento. Lo primero será elegir un nombre. Desde Puro Marketing nos ofrece algunas ideas:
- Elegir un nombre único y descriptivo: por ejemplo, Duracell es un gran nombre para una pila.
- Elegir un nombre simple y corto: será más fácil de recordar.
- Sin ubicuidad geográfica: siempre que el producto no haga referencia a una región concreta, es mejor evitar las referencias geográficas en el nombre.
- Conceptualiza: si el nombre puede hacer relación a un concepto que defina tu producto, mejor.
El nombre es sólo la primera parte del marketing asociado al producto. A partir de aquí se pone en marcha la máquina de marketing y comunicación a pleno rendimiento. El producto debe ser capaz de tener su propia identidad y de ayudarnos a transmitir ciertos valores como empresa. Quizás el mejor ejemplo es Coca-Cola: siempre nos viene a la cabeza cuando pensamos en refrescarnos y además gracias a sus distintas campañas de marketing ha conseguido asociar su imagen a la Navidad, momentos de ocio y inversión e incluso a la familia. Es decir, con un producto de calidad aunque no tan diferencial (aunque este punto puede ser discutible) ha conseguido buena parte de su éxito al relacionar el beber una Coca-Cola con distintos momentos de nuestra vida cotidiana, con diversión, con refrescarse…. En definitiva, que ya no estás tomando un refresco, sino disfrutando de la vida, como buen reza su eslogan.
En definitiva, sólo hay que pararse a pensar en las grandes empresas y como han cimentado su éxito. Un buen producto, pero todavía una mejor promoción del mismo y de la imagen de empresa-
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