Batuta en mano, marcando el ritmo de su negocio. ¿Quién no se ha imaginado como el director de orquesta de su empresa? Te desvelamos los cuatro secretos para conseguirlo
Una orquesta donde todos sus miembros tocan en armonía puede hacer vibrar a la audiencia más exigente y ser un verdadero placer para los sentidos. Pero basta que un solo miembro se salga del guion, que no se adapte al ritmo, para echar por tierra el trabajo del resto y hacer que el conjunto pierda brillo.
Desde esta perspectiva, una orquesta es la mejor representación del trabajo en equipo y como todo equipo, cuenta con un líder: el director de orquesta. Su labor pasa por dirigir a todos los músicos y acoplar el ritmo de todo el grupo para que suenen al unísono y de forma armónica. Estas son cuatro cosas que hace un buen director de orquesta y que también debería hacer un buen jefe de equipo y un gran líder empresarial.
Tener una visión clara
Un director de orquesta debe tener una visión clara de cada pieza que tocará la orquesta, tanto de forma tangible como intangible. Para ello cuentan con una partitura que les dice, línea a línea, qué debería estar haciendo cada uno de los músicos. Esto es lo que puede considerarse una visión tangible. A esta visión podrá añadirle su toque personal sobre cómo debería sonar la pieza y que servirá para dotar de carga emocional a la obra. Esta sería la parte intangible.
Ambas interpretaciones pueden trasladarse al mundo de los negocios con cuestiones como cuál debe ser el desarrollo del grupo, qué dirección debe tomar en cada momento y, sobre todo, cuáles son tus objetivos más importantes y si tu estrategia para lograrlos es lo eficiente y efectiva que debería ser.
Establece roles y responsabilidades
Esta es una de las principales tareas del director de orquesta. En una banda los roles están claramente definidos y también las responsabilidades. El director casi siempre es un músico, pero eso no quiere decir que deba tocar ningún instrumento. Su labor es la de dirigir al grupo y asegurarse que cada uno cumple su parte, que el violinista no toca la partitura reservada al trompetista y viceversa. Ambos instrumentos podrán interactuar, pero cada uno tiene unas funciones y responsabilidades determinadas de antemano.
¿Te imaginas conseguir que tu equipo de trabajo funcionase tan sincronizado como una orquesta? Esto es lo qe debes conseguir, explicando claramente las funciones de cada miembro y estableciendo los procesos para que se apoyen entre ellos, pero que un miembro no lleve a cabo las tareas de otro.
Hace coach y da feedback
Un buen director no se limita a que la orquesta funcione y todos toquen al unísono o entren cuando es su turno, debe ayudar a mejorar sus miembros. A efectos prácticos esto supone ofrecer coaching, aprender a motivar cuando es necesario y dirigir cuando es lo que hace falta.
Por eso, lo primero que debe hacer retroalimentar a los miembros de la orquesta sobre qué están haciendo bien, qué están haciendo mal y qué aspectos deben mejorar. Lo ideal será hacerlo de forma que no mine su confianza ni del grupo, sino que la aumente, con un talante positivo.
Ser la punta de lanza y ser visible
Un director de orquesta es quizás la parte más visible de toda la banda. Todos y cada uno de los miembros de la orquesta pueden verle para saber qué está pidiendo en todo momento, incluso los que están en la última fila. Sus indicaciones visuales sirven para mantener la tensión y el pulso dentro de la orquesta y no las hacen porque no confíen en que los músicos serán capaces de seguir el ritmo por su cuenta, sino porque esta es la forma de asegurarse que cada miembro dará lo mejor de sí mismo.
Tener este grado de exposición no siempre es fácil, como tampoco lo es comunicar adecuadamente lo que esperas de tu equipo. Sin embargo, como has visto en los dos anteriores puntos, ser capaz de trasladar estas cuestiones ayudará a que el grupo funcione mejor. Debes de ser capaz de anticiparte a las necesidades de la empresa y del equipo y ser capaz de comunicarlas de forma precisa y clara.
No existe una fórmula mágica para hacerlo, porque cada grupo es diferente y porque al final el liderazgo es un viaje que nunca termina. Tranquilo, con el tiempo irás automatizando procesos, estrategias y herramientas que te ayudarán a liderar de forma casi automática, pero eso no quiere decir que no sea positivo que de tanto en cuanto dediques un tiempo a la reflexión.
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Imagen – Viorel Sima en Shutterstock