No cabe duda que una de las noticias, en el plano tecnológico, más sonadas de los últimos tiempos es la del estudiante de derecho norteamericano que logró fabricar una pistola con una impresora 3D; una cuestión que en primera instancia suscitó (y aún suscita) debates más que serios sobre cuestiones como la realidad de esta posibilidad, la ética de la aplicación o incluso obviamente debates relacionados con la posesión de armas, y sin embargo también ha generado y genera un movimiento tenso, no oculto pero tal vez menos advertido, en lo que a la legislación se refiere, ya no tanto desde la óptica de las leyes en Estados Unidos sino desde una perspectiva de futuro para la que tal vez las legislaciones actuales no están preparadas.
Si seguimos tomando como ejemplo este hecho citado en el párrafo anterior podemos comprobar cómo las autoridades reaccionaron relativamente rápido en Estados Unidos, y tan sólo 48 horas después del anuncio viral del hecho, se ponía en marcha la orden de cierre y retirada de los archivos puestos a disposición de manera gratuita por el inventor; sin embargo para ese momento se contaban ya con más de 100.000 descargas de los planos con las 16 piezas necesarias para el montaje de este arma.
Como ya hemos leído a diversos especialistas en nuestro país este caso concreto, desde el punto de vista de la legislación, afectaría a nada menos que tres cuestiones fundamentales; por un lado a la propiedad intelectual, por otro lado a los derechos de propiedad industrial y por último, al tratarse de un arma, obviamente al aspecto penal del asunto ya que nuestro país la posesión ilegal de armas encuentran penalizada.
Sin embargo de todo esto, al menos en este artículo, nos interesa realmente plantear la situación de las diferentes legislaciones con respecto al futuro de la impresión 3D, para lo cual primero debemos detenernos en el verdadero futuro de este modelo de impresión que según algunos es el futuro tecnológico hecho realidad, y, según otros, una suerte de hype enclavado a caballo en los sectores tecnológico e industrial, y cuyo futuro dista mucho de ser una realidad tangible.
Lo cierto es que a fecha de hoy este modelo de impresión dista mucho de encontrarse cerca de lo que se nos ha vendido como el paraíso del hágaselo usted mismo; es cierto que se están dando avances interesantes y que se han puesto en marcha proyectos verdaderamente atractivos desde el punto de vista tecnológico pero que no dejan de encontrarse en estadios embrionarios.
Si esta evolución de la impresión 3D realmente caminara hacia donde los más entusiastas defensores de esta tecnología apuntan, nos encontraríamos con un futuro a medio plazo en el que las impresoras capaces de realizar estas funciones se encontrarían muy extendidas, a un precio muy asequible, y los planos de ejecución de piezas o elementos susceptibles de ser impresos mediante esta tecnología a disposición del usuario en la red, con lo que eso conlleva, lo cual por extensión nos lleva entonces a imaginar un mundo en el que somos capaces de fabricar nuestros propios electrodomésticos por ejemplo a partir de lo que se podría denominar como una clonación o copia adaptada de piezas ya existentes.
¿Están preparadas las diferentes legislaciones que pueden intervenir dentro de esta realidad que parece se avecina? Pues a primera vista diríamos que no.
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