Dirigentes externos en la empresa familiar

Como su propio nombre indica, una de las particularidades y señas de identidad de la empresa familiar es, precisamente, su carácter familiar. Nadie duda de que en ningún otro tipo de compañía haya un mayor sentimiento de integración por parte de los trabajadores ni una motivación más acentuada. Del mismo modo, se puede presuponer un profundo conocimiento del negocio, fruto de generaciones trabajando en un mismo sector, y una lógica flexibilidad laboral para animar a los miembros de la familia a continuar con el legado.

Pero como suele ocurrir en ocasiones, la virtud puede ser al mismo tiempo defecto. Precisamente esta perpetuación familiar puede derivar en una cierta rigidez a la hora de observar los cambios en el entorno y adaptarse a ellos. A todo esto hay que añadir, una vez más, la falta de capital para invertir que suele ser común a todas las pyme, independientemente de su carácter familiar o no. Otro de los problemas más habituales son las presiones para colocar a determinado miembro de la familia no ya dentro de la empresa sino en un cargo de responsabilidad, evidentemente bien remunerado y para el que puede que, incluso, no esté preparado. Y es que mantener la objetividad cuando se habla de familia es siempre complicado, por no decir imposible.

Una solución para evitar conflictos y mantener una línea de imparcialidad es la de contar con personal externo en determinados puestos clave e incluso como el máximo responsable. Son ya muchas las empresas familiares que se han apuntado un tanto con esta medida y han ganado en transparencia y, hasta cierto punto, en profesionalidad Además, hay que tener en cuenta que este profesional no tiene por que participar del capital social de la empresa y puede permanecer como asalariado. En cualquier caso, hay que tener en cuenta que una tercera opinión, más alejada de los avatares familiares y de las relaciones entre los miembros de la familia puede ser positiva para la marcha de la empresa. Al final, el truco está en alcanzar un equilibrio entre lo que dicta la cabeza y el corazón y muchos empresarios familiares, por su apego a la compañía o su falta de conocimientos específicos en el campo de la gestión, terminan no siendo la persona idónea para llevar las riendas de la corporación.

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